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Ed M. Appleton
Editorial: El perro tiene cuatro patas y coge un solo camino
Willie Ramos
June 11, 2024
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Obá Oriaté Willie Ramos, Ilarí Obá
Miami, Florida
Traducido por Flor Rodríguez

Un incidente que involucra a sacerdotes y sacerdotisas lukumíes y yorubas tradicionales ha impactado a Miami recientemente. Al menos dos personas ya ordenadas en el sacerdocio lukumí, han sido reordenadas por un grupo de sacerdotes yorubas tradicionales que han estado causando situaciones lamentables y desestabilizadoras en esta ciudad.

Además del carácter controversial de las ceremonias, es insultante, que estos ritos hayan contado con la participación de olorishas lukumíes y de un apuón y babalawo lukumí que relativamente conocido en la comunidad desde su llegada de Cuba tres o cuatro años atrás.

En última instancia, aunque como sacerdote pueda tener mi opinión personal acerca del incidente, esta es una opinión que parece ser compartida por la mayoría de la comunidad Orisha en la ciudad y es poco lo que yo o cualquiera pueda hacer en este momento para revertir este proceso.

Claramente los participantes—los ordenados y los olorishas tradicionales Yorubas que realizaron la ordenación—tomaron una decisión y voy a respetar esa elección, aunque no necesariamente esté de acuerdo. Mi conflicto mayor, sin embargo, no es con ellos sino con lo que es claramente un proceso que posteriormente traerá consigo inestabilidad a ambas tradiciones religiosas. Lamentablemente, estos olorishas están socavando el bienestar de la Religión Orisha en África y en las Américas, con total indiferencia por las consecuencias de sus acciones a largo plazo. Esto también es su elección pero es una opción que muchos lukumíes en esta ciudad, al igual que quien escribe, no estamos dispuestos a aceptar tranquilamente porque en esencia ponen en cuestión nuestra ortodoxia y validez.

Como olorisha que durante años he realizado numerosas contribuciones a la expansión de la Religión Lukumí, y promovido la comprensión, la tolerancia y el respeto en una sociedad que no necesariamente nos acepta, me uno al creciente número de olorishas en Miami que condenan la burla vil y ofensiva hacia la Regla Lukumí y la despreciable falta de respeto a nuestros ancestros por parte de todos los participantes en estas ceremonias, pero más aún, de aquellos lukumíes que desempeñaron un papel activo en esta farsa. Insisto en que si no hubiera sido por nuestras progenitoras y precursores, los alagbás que echaron los cimientos de la Religión Lukumí y los orishas en Cuba así como en otras áreas del Nuevo Mundo; los sacerdotes y sacerdotisas yorubas no pudieran realizar sus funciones fuera de África con la facilidad que lo hacen en la actualidad.

Se reconozca o no, y pese a nuestras virtudes y defectos, nosotros, los lukumíes cubanos echamos los cimientos de esta región del Nuevo Mundo. Si por nada más, solamente por este hecho se nos debe el reconocimiento debido y más importante aún, el debido respeto.

Creo sinceramente que los olorishas lukumíes que participaron activamente en estas ordenaciones conscientemente se burlaron de nuestros ancestros lucumíes y de nuestra herencia religiosa. Su participación directa en estas iniciaciones es condenable, irresponsable, y por todos los medios imperdonable porque ellos perpetuaron un atentado directo e indignante para nosotros como comunidad religiosa. Sus acciones constituyen una deplorable transgresión en contra de nuestro legado religioso porque cuestionan y ponen en duda nuestra validez y ortodoxia como religión mundial en crecimiento. No estoy dispuesto a quedarme de brazos cruzados mientras un grupo equivocado y poco juicioso de gente malintencionada, hurgan en los fundamentos de nuestra comunidad, hacen caso omiso de su historia, destruyen su estabilidad, y cuestionan su legitimidad y validez, algo que ha tomado a los lukumíes y sus descendientes casi doscientos años llevar a cabo.

No podemos permitir que las semillas de la discordia y la inestabilidad broten entre nosotros—ya seamos lukumíes, tradicionales u otro de los varios grupos de la Diáspora que conservan este legado—porque en lugar de promover el entendimiento y la cooperación mutua, estas semillas sólo se convertirán en confusión, tensión e intolerancia. Lamentablemente, en lugar de buscar la unificación y la cooperación, estas iniciaciones sólo contribuirán al ulterior fraccionamiento de la religión Orisha en África y las Américas.

En consecuencia, esta falta de ética e irrespetuosa violación a nuestra ética religiosa no me ha dejado otra opción que sumarme sin reservas a las filas de los lukumíes que ofrecen el apoyo correspondiente a los críticos que piden la censura directa y la expulsión completa de nuestros rituales de aquellos sacerdotes que participaron en esta parodia impertinente y odiosa.

Si bien no podemos revocar su sacerdocio, ya que esta es una prerrogativa de Olodumare, sí podemos rechazarlos y negarnos a permitir que se puedan beneficiar en modo alguno de nuestros rituales y celebraciones.

Si nuestras prácticas no son lo suficientemente legítimas para que estos olorishas lukumies las defiendan y respeten, ¡entonces ellos no deben tener participación en ninguna ceremonia Lukumí!

No obstante, la pregunta sobre los efectos a largo plazo de estos eventos sigue sin respuesta. Al condenar a estas personas y cerrarles nuestras puertas no vamos a resolver los grandes problemas que tenemos a mano. Esto requiere un enfoque completamente diferente. Durante años, tanto otras personas como yo, hemos insistido en la necesidad de que la Diáspora y África nos sentemos a discutir nuestra posición religiosa y el futuro de nuestra tradición. En este punto, es imprescindible que lo hagamos antes de que estos y otros delitos despreciables provoquen una avalancha de controversias entre nuestros sacerdotes y sacerdotisas que solo harán más estragos y conducirán a una mayor confusión y divisionismo.

En nombre de la civilidad, hago un llamamiento para un congreso que cuente con la participación de representantes legítimos y reverentes de la nación Yoruba, Cuba, Estados Unidos, Brasil, Trinidad, y otras zonas de la Diáspora Orisha. Llamo a un encuentro de las mentes en el que todos puedan sentarse a la mesa y hablar de igual a igual, libres de condescendencia y arrogancia. Es crucial que patrocinemos un encuentro en el cual, abiertamente, enlacemos las vías como comunidad religiosa para lograr una conciencia común, un entendimiento mutuo, respeto a nuestras diferencias, y lo más importante, la unificación de un pueblo que adora a las mismas deidades aunque nuestros enfoques son diferentes.

Si no podemos respetar nuestra propia devoción, independientemente de nuestras diferencias rituales, entonces no podemos respetar, y de hecho no respetamos, a Olodumare y a los orishas.

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