Correio da Bahia
Eshu, el más humano de los orishás, tiene poca semejanza con el ángel rebelde de la historia de la creación
Adriana Jacob
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Intermediario entre los dioses del Candomblé y los pobres mortales, Eshú es el señor de los destinos, guardiero de los caminos y de las encrucijadas. Solo el puede facilitar la comunicación con los orishas y es a él solo que se le presta homenaje al iniciar toda fiesta de los terreiros. Mas la fama que carga es injusta – Eshú nada tiene que ver con el demonio de la cultura occidental. Dueño de misterios inmedibles, este mensajero de los dioses concilia fuerza, creatividad, poder y astucia, además pode también ser caritativo y protector. En África y entre los estudiosos del candomblé, Eshú será siempre sinónimo de vida, libertad y ashé.

Señor de los caminos

La reverencia a Eshú muestra por que el dios de la libertad africano fue sincretizado con el demonio en Brasil

Es antes de la caída de la noche sobre las aguas de Bahía de Todos los Santos que comienza uno de los más misteriosos rituales de los terreiros de candomblé: el padê de Eshú. La ceremonia es hecha con toda la pompa de nuestros terreiros tradicionales. Al atardecer, los hijos-de-santo se arrodillan en un círculo en el barracón (salón grande en el terreiro) y agachan sus cuerpos sobre las esteras, con la cabeza sostenida sobre los dos puños. En el suelo, en el medio del barracón, se haya una tinaja de barro con agua, un pequeño porrón con aguardiente, una cazuela de barro con harina de yuca, sangre y un porrón pequeño con manteca de corojo.

Los tambores comienzan a tocar y, desde lejos, se puede escuchar las voces de los hijos e hijas-de-santo cantando para Eshú. Es hora de despachar al señor de los caminos, el orishá mensajero. El despacho es una reverencia, ya que solo Eshú puede abrir los caminos para que hombres y orishás se puedan comunicar. Por eso, es él quien debe ser homenajeado primero, en todas las fiestas, antes de cualquier otra divinidad. Para que el saludo a los otros orishás pueda comenzar, es preciso contar con la protección de Eshú.

Fue gracias a esa protección que Pedro Archanjo, uno de los más irresistibles personajes del novelista Jorge Amado, consiguió escapar de una gran trampa. Una iyabá – especie de hija del diablo – se transformó en una hermosa negra y trazó un plan para acabar con el encanto de Archanjo: lo dejaría impotente. Lo que la iyabá no sabía era que Pedro Archanjo era ahijado de Eshú.

Fue el orishá que le aviso de los planos de su enemiga y preparó un encantamiento, con un baño de hojas y un ebó. Con la ayuda de Eshú, el resultado es que la brujería de la iyabá no pegó y ella acabó locamente enamorada de Archanjo. Dejo de ser diabla y se transformo en la bella negra Dorotea. Se hizo hija de Iyansán y “terminó obligada a ser la que baila el padê de Eshu al inicio de las obligaciones”.

Mas no es solo eso. Como cuenta Pierre Verger en su libro Orixás, Eshú puede hacer cosas extraordinarias, como cargar en un colador el aceite que compro en el mercado, sin que el aceite se derrame. Puede matar un pájaro ayer con una piedra que tiró hoy. Hace que la mentira se vuelva verdad o la verdad se vuelva mentira.

Adorado por unos, temido por otros, Eshú es uno de los mas misteriosos nombres del panteón de las divinidades africanas. Sus colores son el rojo o el negro. Su día, es el lunes. Muchas historias se cuentan sobre el, y casi todo el mundo tiene algo que decir cuando el asunto es acerca del orishá, sincretizado por la iglesia católica con el diablo. La ceremonia del padê es un indicio de que su importancia va mucho mas allá de lo que se imagina cuando se habla del “hombre de las encrucijadas”.

Algunos estudiosos, como el doctor en antropología de la Universidad Nacional de Zaire, profesor retirado de antropología de la Universidad Federal de Bahia (UFBA) y profesor adjunto de la Universidad Estatal de Feira de Santana (UEFS), Júlio Braga, define a Eshú como el mas dinámico de los orishás. “Es él que impulsa la vida y crea las condiciones dialécticas necesarias para la existencia”, dice. Eshú sería el responsable por promover la percepción de lo que es contrario y mostrar el otro lado de un asunto.

Además de eso, está ligado a la noción de la sexualidad, con l a función de promover l a continuidad de la existencia. Por eso, en África, es representado, en algunos lugares, por un montículo de tierra con la forma de un hombre pequeño, con un falo de tamaño respetable. Ese falo sería el símbolo de su función reproductiva.

Una función nada compatible con la que l a iglesia católica le denominó en el sincretismo religioso. Según Verger, “ese detalle (el pene erecto) dio motivo a las observaciones escandalizadas o divertidas de numerosos viajantes antiguos quienes lo identificaron, erradamente, como el dios de la fornicación”. Si el preconcepto con todo l o referente al candomblé de por sí es grande, cuando el asunto trata de Eshú, l as proporciones aumentan. Basta pensar que no todo el mundo sabe cual santo corresponde a la versión sincrética de Iyansá o la de Omolu[Babaluaiyé], mas cuando se habla de Eshú, es raro que alguien no lo asocie con el diablo.

De hecho, Eshú es irritable y puede ser astuto, grosero, vanidoso e indecente, mas si es tratado con consideración, él muestra su lado bueno, servicial y caritativo. Si, al contrario, olvidaran de hacerle sacrificios y ofrendas, se pueden esperar hasta catástrofes. “Eshú se revela, talvez, de esta manera siendo el más humano de los orishás, ni completamente malo, ni completamente bueno”, dice Verger. Porque conocen el aspecto protectivo de Eshú, hay personas en África que usan orgullosamente nombres como Éshubíyìí – concebido por Eshú – o Èshùtósin – Eshú merece ser adorado.

Es posible que, justamente por su fuerza, haya sido el más atacado de los orishás, asociado al mal absoluto. Si aquí él es temido e indeseado por muchos, su origen africano era diferente, ya que no había un concepto de maldad absoluta. Eshú es l a figura que trae l a noción de contraste. “Él promueve l a transparencia del mal que está contenida en la noción del bien”, dice Braga. Aparte de eso, Eshú es l a fuerza de la comunicación. Él es el mediador de los orishás entre sí, de los orishás con l os seres humanos – y vise-versa – y es el mismo el mediador entre l os propios seres humanos.

El sistema religioso está basado en la comunicación, a través del intercambio del ashé, que posibilita l a harmonía de la existencia. La ofrenda es el factor de equilibrio, y todo desequilibrio es recompuesto por una oferta. Como Eshú es el mediador, es a través de él que la oferta es llevada al orishá. Es este sistema, Eshú es la figura clave, ya que solamente a través de él es que puede tener lugar el intercambio de ashé.

Luego, todo acto religioso precisa de su presencia y, por eso mismo, todo acto religioso en el candomblé es iniciado con una ofrenda a él. Como explica Volney J. Berkenbrock en su libro La Experiencia de los Orishás, “Eshú es la chispa que inicia el proceso. Es el principio de todo, la fuerza de la creación, el nacimiento, el equilibrio negativo del universo, el que no quiere decir cosas malas. Eshú es la célula mater de la generación de la vida, el que genera el infinito, infinitas veces”.

Por cuenta de todo lo que se ha dicho y aún se dice sobre él, la imagen de Eshú por veces parece bien próxima y clara. Otras veces parece estar envuelta en una niebla. Talvez, todo ese misterio y toda la confusión que hacen con su nombre hayan sido la causa de que su figura haya inspirado a numerosos académicos y artistas a inclinarse hacia su personalidad.

Amante de los misterios de Bahia y del candomblé como lo fue Jorge Amado no lo habrá jamás. Según el escritor, “Eshú come todo que l a boca come, bebe aguardiente, es un caballero andante y un niño rey. Gusta de los bullicios, señor de los caminos, mensajero de los dioses, correo de los orishás, un niño inquieto. Por todo esto lo sincretizaron con el diablo: en verdad él es apenas un orishá de movimiento, amigo de las bromas, de una confusión, más, en el fondo, una excelente persona. De cierta manera, es el no donde solo existe el sí; el contrario en medio del favor; el intrépido y el invencible”.

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