El año 2001 indudablemente será clasificado como uno de los años más difíciles de la historia humana y más aún sus últimos cuatro meses. La odisea no fue en el espacio sino en nuestro propio patio. A partir del 11 de septiembre, el país entero atravesado por un proceso intensivo de transformación creado por el alarmante despertar al saber que no nos hallábamos tan seguros, ni tan poco exentos, de la devastación del terrorismo, ni de la tormentosa destrucción física y psicológica con la cual tantos otros países en el mundo han tenido que vivir por muchísimos años. Nuestra pequeña porción del planeta ya no era tan segura como nosotros creíamos. En cuestión de minutos nuestro mundo cambio, y de una manera muy drástica.

No obstante, aunque padecimos—y aún continuamos padeciendo—de un excesivo dolor, horror, y mero asco, irónicamente como pueblo aprendimos muchas lecciones de estos cobardes ataques a New York y Washington D.C. Sin embargo, nuestras ganancias han surgido en términos de unidad, ya que todos nos unificamos y unimos nuestras fuerzas para combatir una causa común. La gran mayoría de las personas residentes en Estados Unidos que quizá no se hayan considerado patrióticos antes del 11 de septiembre, ahora lo eran. En cuestión de horas—una vez identificados los culpables de este hecho—todos nos convertimos en americanos patrióticos. Izamos la bandera del país y comenzó a diseminarse un fervor entre nosotros por el cual nos llegamos a sentir más americanos que nunca. En toda esquina del país, despertamos a la dolorosa y cruda realización de que estos ataques habían sido dirigidos hacia cada uno de nosotros que de una forma u otra teníamos vínculos con el territorio estadounidense, independientemente de nuestros orígenes geográficos, etnicidad, residencia, afiliación política, o creencia religiosa. Como americanos, unimos fuerza como hicieron dos de nuestros más importantes Orishas, Ogún y Oshosi, cuando estos se aliaron en el mito del odu Ogundá Osá, cuyo proverbio nos enseña que en la unión está la fuerza! Inesperadamente, hasta nuestros exilados Orishas yoruba-lukumí-afrocubanos habían adquirido ciudadanía estadounidense y se habían vuelto tan americanos como todos nosotros.

La comunidad lukumí de Miami también creció—quizá maduró—como consecuencia de este evento ya que nosotros también despertamos al amargo saber que tampoco éramos exentos, y que también nosotros estábamos siendo atacados. Durante muchos años, esta comunidad ha sido vista como un grupo etnocéntrico y arrogante, enclaustrado dentro del nicho de nuestro enclave en la ciudad de Miami, y fuera de contacto con el resto de las comunidades lukumí del país, y especialmente cuando los intereses políticos de nuestro exilio no se hallaban en juego. Pero a partir de septiembre 11, también nosotros dimos el frente. Con alma, vida y corazón nos unimos a nuestro país, a Estados Unidos, no a Cuba, en sentir el dolor común. Nosotros también lamentamos y también lloramos y también rezamos y también preguntamos a nuestro Creador, ¿Porque?

Una de las cosas más positivas que surgió de la catástrofe del 11 de septiembre fue el nacimiento del Concilio de Oriatés de Miami. Al unirnos al devastador luto del país, el Concilio surgió como organización oficial, un hecho histórico nunca antes logrado, aunando la fuerza y el apoyo de más de 20 Oriatés en Miami los cuales se reunieron para dialogar el rol de nuestra religión, nuestra posición referente al cobarde ataque, y eventualmente unirnos a nuestro país en ofrecer nuestras oraciones según nuestra tradición. Era nuestro deber, nuestra obligación, nuestra deuda al primer país en el mundo, y en la historia de esta religión, el cual había reconocido nuestro credo como una forma valida de expresión religiosa, y no nos había reducido al nivel de culto supersticioso nacido de la ignorancia, practicado por un sector indeseable de la sociedad (el estigma del cual tanto sufrimos en nuestra Cuba querida); ni escoriado y llamados “idolatras satánicos” y convertidos al cristianismo forzosamente como fueron nuestros ancestros en el territorio Yoruba pre-colonial.

La primera reunión del Concilio tomó lugar el día 21 de septiembre, y en dicha reunión se consultó al oráculo—una consulta hecha para el país y no solo para esta ciudad. La forma tan exitosa en la cual llevamos a cabo nuestros rituales indicados por el oráculo como nuestra aportación a los ruegos del país queda como el testamento más fuerte de nuestra habilidad histórica de unirnos como pueblo religioso ante la adversidad y vencer cualquier obstáculo que se deslice en nuestro camino! La única diferencia es que en este momento, lo hicimos en forma comunal, como grupo y no de manera individual como en tantas otras ocasiones anteriores. Al igual que hicieron Ogún y Oshosi, nosotros también unimos fuerzas, el uno disparando la flecha que paralizó al blanco mientras que el otro limpió el camino con su machete para que alcanzáramos la presa. Maferefún Ogún!

El resto ya es cuestión de historia. El Concilio llevó a cabo un Oro a Egún para rogar por las almas de aquellos que perecieron el día 11 de septiembre; ofrecimos un wemilere a Ogún al cual acudieron más de 500 personas a pesar de la amenaza de un huracán en el caribe y las lluvias torrenciales en la ciudad; conducimos un agbán a Babaluaiyé el cual contó con la participación de mas de 400 personas; y ofrecimos un ebó recomendado por Yemojá para rogar por el bienestar y la estabilidad de nuestra comunidad religiosa y la de nuestros con-ciudadanos. En menos de tres meses nosotros también hemos tenido muchos, muchos logros. Modupé ó!

No obstante, el Concilio ni debe, ni puede tomarse todo el crédito. Estos logros no hubieran sido posibles sin la ayuda y el apoyo de nuestros hermanos y hermanas de religión. De hecho, los logros en si son de ellos; nosotros solo nos unimos a ellos como maestros de ceremonias. Un gran numero de Oriatés, y una cantidad aún mayor de Olorishas y Aborishas de Miami, al igual que de otras partes del país, contribuyeron con su dinero y labor para que estos logros se llevaran a cabo. Aunque ya he hecho hincapié sobre esto en varios comentarios anteriores, deseo nuevamente reiterar su maravilloso apoyo y su tan apreciada participación.

Son demasiados los nombres y sería difícil darle crédito a todos por su ayuda sin olvidarse de algún nombre especifico. Las contribuciones también fueron iguales o hasta más numerosas aún. Esto hace que el proceso de reconocimiento a cada cual sea una labor ardua y difícil. No obstante, lo intentaré. Deseo comenzar pidiendo mil disculpas dado el caso que olvide alguna persona. De por sí, aunque yo me olvide, debe quedar claro de que Egún y los Orishas definitivamente no los olvidaran; de hecho, los tienen que recordar!

El primer nombre de esta lista tiene que ser el de mi Om’orisha Cristina Hernández, Osikán. Como ha hecho en tantas otras ocasiones anteriores, tan pronto yo dije que deseaba llevar a cabo una reunión con los mayores de Miami para discutir el asunto del ataque, ella enseguida me dijo “Padrino, la puedes hacer en mi casa.” Lo que nunca se hubiese imaginado ni ella ni nadie que no solo haríamos la reunión allí, sino que el destino haría que eventualmente terminaríamos consultando al oráculo a través de su dilogún de Elegbá. Fue su Elegbá, su orisha tutelar, el cual nos señalo el camino a tomar, y nos sirvió de guía para emprender nuestro curso durante el periodo inicial de nuestra jornada. Como que si eso no hubiera sido suficiente, le agregamos un peso aún mayor sobre sus hombros ya que eventualmente fue al Ogún de ella al cual se le dirigió el wemilere que dimos en noviembre. De esta forma expresamos nuestro agradecimiento a su Orisha por habernos guiado.

Más aún, las contribuciones de Osikán no terminaron con esas dos cosas. Ella también resultó ser una de las más importantes contribuyentes para el agbán a Babaluaiyé. Aunque me llevaba loco hablándome por teléfono, “Padrino esto . . .” y “Padrino esto otro . . .,” su labor fue formidable.

La contribución de Otto Tianga, Tinibú, también merece una mención especial. Desde el comienzo, Tinibú se tomó la actividad a pecho, como si el wemilere fuese de él mismo y no de la comunidad. Durante toda la etapa preparativa, Tinibú, junto a otro Om’orisha mío, Jeff González, Olubanké, coordinaron una gran parte del evento ya que yo me hallaba fuera de la ciudad en labores religiosas. Ellos dos continuaron llevando la marcha en mi ausencia. Manejaron por toda la ciudad buscando un lugar adecuado donde celebrar el wemilere—algo que como se podrán imaginar no es fácil localizar—; establecieron un numero libre de cargos para que las personas pudieran llamar para ofrecer donaciones y obtener información, recogieron donaciones, prepararon y distribuyeron volantes con la información, y ayudaron en todas las etapas preparatorias del Oro a Egún y el wemilere a Ogún. Fueron tantas las labores que desempeñaron estos dos, y especialmente Tinibú, que no estoy seguro que las he reconocido todas aquí.

Henry Pascual, Oshún Lainú también cubrió muchísimos de los pasos iniciales en la preparación, incluyendo una reunión que se llevó a cabo en su casa durante mi ausencia de la ciudad, la semana antes del evento para finalizar lo que se haría. Adicionalmente, llevó inventario de los materiales que se recaudaron para el wemilere. Junto con mi Om’orisha Betty Rodríguez, Afolabí, durante la duración de los eventos, estaban siempre en movimiento, atendiendo a las necesidades de los humanos y de las deidades. Nuestra gratitud también debe ser extendida a todas las personas de mi ilé osha, Om’orishas y Aborishas los cuales colaboraron con todo y en todo momento. Entre ellos Pablo y Sara Álvarez, Alajé Thomas, Lola Rodríguez, Alimayu Harris, Ester Amores, Erik Boone, y mi hermana Teresa Ramos.

Agradecidos también estamos a mi mamá Olga Ramos, Oshún Keletí, quien junto con Angel Riaño, Talabí, Isabel Urpiz, Omí Saidé, and Xiomara “Monga” Rodríguez, Oniyé, trabajaron arduamente durante largas horas friendo akará para que las personas que acudieron, lo comieran. Lola Rodríguez, Oloshundé, cocinó un exquisito fricasé de pollo para el almuerzo y Doris Martinez, Obá’ñikán trajo natillas y otros dulces para el postre. Varios días antes, Osikán y Lázaro Ramos, Okandenijé, prepararon una cesta llena de akasá y ekó—dos de los adimú que él pidió— para ofrecerle a Ogún, y todas las comidas que se ofrecieron a los ancestros en el Oro a Egún.. Erik Boone, Jimaguas Corp., y Dorian Hernández y su ilé, proveyeron comida y los utensilios para servirla, y donaron tanto que sobró y se le dio uso en el agbán a Babaluaiyé.

Norberto Fernández, Olomikuyá, y Willie Zapata, Oshún Funké, instalaron un trono bellísimo para Ogún. Ezequiel Torres y su grupo Ifé Ilé, donaron sus servicios. Olympia Alfaro—que en paz descanse—Guillermo Monroig, Roque Duarte, Luis González, Jr., y Andrew Iglesias, contribuyeron con su canto.

Para el agbán a Babaluaiyé, muchas de las mismas personas tomaron parte activa en todas las etapas preparativas antes de la ceremonia. Además, muchas caras nuevas hicieron su presencia y probaron ser tan arduos en su determinación a que se lograse un evento exitoso. Nuestra primera deuda es con la Iglesia Lukumí cuyo orisha patrón fue el Babaluaiyé al cual le dirigimos esta ceremonia. Nuevamente en este proceso mi Om’orisha Osikán dio el pecho y brindó una gran ayuda para el agbán. Popi Cioffi y Abelardo Hernández prestaron sus casas para las reuniones. Tony Pena, Maria Antonia y Mario Gutiérrez, Isabel Urpiz, Pedro y Ana Alfaro, Cristina y Fabián Hernández, y Abelardo Hernández todos ofrecieron sus casas como centros de recaudación para las donaciones que hicieron los contribuyentes. Y también aquí hubo personas que se sobrepasaron en su nivel de colaboración y ayuda, los cuales merecen un especial reconocimiento.

Para empezar, Jackie Ben, Oshún Funké, quien junto a su Om’orisha Flor Decker, Olá Leké, y Osikán, salieron a comprar todos los artefactos necesarios para el agbán. Además, Oshún Funké localizó a Valentín y Elizabeth Llorente, dueños de la finca Francis Animal Farm, para ver si ellos ayudaban con algo. La ayuda fue increíblemente generosa ya que nos donaron todos los animales que necesitábamos para el agbán—una contribución de más de $400.00! Ileana Zambrano cuidadosamente llevó las minutas de nuestras reuniones y las transcribió, manteniéndonos a todos al tanto de los pasos a dar y las obligaciones de cada cual. Ella también ofreció su ayuda en la etapa preparatoria y trabajó durante una gran parte del día cortando viandas y demás y preparando las comidas para el agbán.

Uno de los primeros pasos para un agbán que más tiempo consume es la preparación de los artículos que se van a utilizar para la limpieza. Es necesario picar las viandas, frutas y demás en trocitos pequeños, y colocarse todo lo que se va a emplear para la limpieza en platos. Para un evento de esta magnitud, este proceso tomó largas horas y necesitó muchísimos voluntarios. Este grupo llegó temprano en la mañana de la ceremonia y comenzó a trabajar lo cual hicieron durante largas horas! En si, la contribución de ellos fue una de las más importantes ya que nos proveyeron con los materiales sin lo cuales no hubiéramos podido hacer la ceremonia. Agradecidísimos estamos a José Esquía, Okán Tomí, Héctor Peláez, Omí Tilé, Caridad “Cacha” Sánchez, Oló Oshún, Flor Decker, Olá Leké, Ileana Zambrano, Doris Martinez, Obá’ñikán, David Hoft, Omí Lodé, quienes pasaron larguísimas horas en el Rancho Oddu Ara para que este evento fuese una posibilidad. Que Babaluaiyé se los devuelva con mucha salud y felicidad.

Pedro Alfaro y Ana Alfaro, Shangó Larí y Obá Nilú, también contribuyeron con gran entusiasmo. Pedro diseminó la información del evento a través de la ciudad y solicitó donaciones en los lugares donde él ejerció como Obá. Logró conseguir una gran cantidad de donaciones de comidas que se emplearon para el agbán. Adicionalmente, llegó temprano el día del ceremonial y trabajó al lado de los Oloshas que habían llegado en la mañana a preparar el agbán. Ana Alfaro estuvo a cargo de una de las posiciones más difíciles de cualquier evento—el manejo del dinero! Trabajó con el peso y la Mirada de la ciudad entera sobre sus espaldas, ya que es sabido que muchos de nuestros hermanos religiosos tienen tendencias de ser sospechosos cuando donan dinero para alguna actividad colectiva por miedo a que no se emplee debidamente. El profesionalismo de la Señora Alfaro, su integridad, y su excelente manejo y contabilidad de los fondos y las donaciones contribuyeron muy positivamente al exitoso logro.

A través de todos estos meses, un nombre ha surgido en todo momento: Roberto Berenger, Osha Lerí, dueño del Rancho Oddu Ara, el lugar donde todas nuestras actividades comunales se pudieron efectuar. La generosidad y el nivel de convicción religiosas le han Ganado a Osha Lerí—y sus empleados— una multiplicidad de bendiciones, ya que estas ceremonias no eran posible celebrarse en casa de ningún Olosha. La simple magnitud de los eventos requerían un sitio amplio con las facilidades apropiadas para acomodar la gran cantidad de personas que anticipábamos atenderían a estos eventos. El Rancho Oddu Ara probó ser el lugar ideal para esto.

Al terminar el agbán, resulto que tuvimos tantas comidas sobrantes que pudimos hacer una substancial donación a nombre de la comunidad Lukumí de Miami a Camilus House, una organización local que se dedica a proveerle comida y amparo a las personas desamparadas. Babaluaiyé diseminó su misericordia aquellas personas necesitadas proveyéndoles a todos los miembros de esta comunidad, religiosos o no.

Las siguientes personas contribuyeron con donaciones para nuestros eventos. Muchos contribuyeron con dinero, otros con trabajo físico, y una gran cantidad de personas contribuyeron de ambas maneras. Estos son los verdaderos héroes y los que en realidad hicieron estos logros posibles. El Concilio está eternamente endeudado con cada una de las personas que aparecen en esta lista.

Abelardo Hernández, Miami
Adolfo Rodriguez, Miami
Adrian Suarez, Spain
Aidéz Chichilla, Los Angeles
Alajé Thomas, Miami
Albaro Hernandez, Miami
Alberta & James Russell, New York
Alberto Quintero, Venezuela
Alimayu Harris, Miami
Alma Fernandez, Miami
Ana Alfaro, Miami
Andrew Iglesias, Miami
Angel Riaño, Miami
Antonio C. Sanchez, Miami
Antonio Pena & his ilé, Miami
Aramis Marquez, Miami
Asabi Thomas & her Ilé, Chicago
Beatríz Rodriguez, Miami
Cari Alfaro, Miami
Cari Falero & Fa., Miami
Caridad & Mayra Cotilla, Miami
Caridad “Cacha” Sanchez, Miami
Carlos “Machito” Bresó, Miami
Carlos Jesús Bresó, Miami
Carlos León, Miami
Carlos Torres, Miami
Carmen Plá, Miami
Carmen Santiago & Fa., Miami
Cary & Milton Martinez, Miami
Cary Barrera Otero, Miami
Clay Keck & his Ilé, Michigan
Consuelo España, Miami
Cristina and Fabian Hernández, Miami
Daina Moreno Chavez, Miami
Daisy Castellano, Miami
Dalia Fernandez, Miami
Damarys Figueroa, Miami
David Hoft, Miami
Dolores Rivera, Miami
Dorian Hernandez and his entire Ilé, Miami
Doris Martinez, Miami
Eduardo-ahijado de Maria A. Gutierrez, Miami
Elda Gonzalez, Miami
Elda Gonzalez, Miami
Elena Bombalier, Miami
Ellie Martinez, Miami
Erik Boone, Miami
Ernesto Pichardo, Miami
Evelio Manzana
Felipe Hernández, Los Angeles
Fernando Pichardo, Miami
Finita y Delgado, Miami
Flor Decker, Miami
Gerardo Durán, Miami
Gilberto & Karla López, Miami
Hector Pelaez, Miami
Henry Pascual, Miami
Hilda Ortiz, Los Angeles
Hilda Yeo, Miami
Ileana Zambrano, Miami
Irma Gutierrez, Los Angeles
Isabel Tamayo, Miami
Isaberl Urtiz, Miami
Jackie Ben & her entire Ilé, Miami
Jacquie Soler, Miami
Javier Díaz, Miami
Jimaguas Corp., Miami
Jorge Castillo, Miami
Jorge Ferreira, Miami
Jorge Ortega, Miami
Jose & Lyandis Castillo
José Esquía, Miami
José Gonzalez, Miami
Kerry Daniels, Michigan
Laura Morales, Miami
Lazaro & Jenny Bombalier, Miami
Lazaro Ramos, Miami
Lisa Quesania, Miami
Liza Rodriguez, Miami
Lori & Juan Paraño, Miami
Luis Gonzalez, Miami
Luis Mayorga, Los Angeles
Mannolie DiSantos, Hollywood, Fl.
Margaret Santo, Miami
Maria & Alberto Olivera, Miami
Maria Adela, Miami
Maria Portales, Miami
Marion Gonzalez, Miami
Marlene Lopez, Miami
Marta Mendoza, Los Angeles
Martin Tsang, England
Matín Bherviz, Miami
Miguel Jimenez, Miami
Miguel Sabina, Miami
Mileidi Viera, Miami
Minerva, Miami
Modesta Cruz, Miami
Myriam Pichardo, Miami
Nelson Hernández, Miami
Norberto Fernandez, Miami
Norma Torrado, Miami
Obdulia García, Miami
Olga Abreu, Miami
Olga Ramos, Miami
Olympia Alfaro, Miami
Otto Tianga, Miami
Pablo Salazar, Miami
Pedro Alfaro, Miami
Pedro Alonso, Venezuela
Pedro Bonetti, Miami
Peggy González and her ilé, New Jersey
Popi Cioffi, Miami
Pucha, Miami
Raquel Llanes, Miami
Raul reyes, Miami
Rita & Xiomara Guerra, Miami
Rita Guerra, Miami
Roberto and Michelle Abreu and their ilé, Miami
Roberto Berenger, Miami
Roque Duarte, Miami
Rosalba Palomares, Miami
Rosita Otero, Miami
Salomon Azaguery, Miami
Sara Gonzalez, Miami
Silvia Manzana, Miami
Stephanie Clark, Miami
Tania Vazquez, Miami
Teresa Polanes, Los Angeles
Valentín and Elizabeth Llorente, Miami
Valerie Forbes, Ft. Lauderdale
Vickie Santerzo, Miami
Willie Zapata, Miami
Xiomara “Monga”, Miami
Xiomara Guerra, Miami
Yeyita Pérez, Miami
Yomeli Rodriguez, Miami
Ysel Torres, Miami

Durante el proceso de redacción de este reconocimiento, sufrimos un pesado golpe con la muerte de Olympia Alfaro, Omí Sanyá. Omí Sanyá fue una institución Lukumí ya que fue la una de las pioneras de los apuón—cantantes de tambor—en los Estados Unidos. Ikú se llevó a nuestra hermana mientras cantaba un wemilere—lo que para algunos fue un momento muy pesado. Adicionalmente, la muerte le llegó mientras atravesaba por un periodo económico muy difícil, quizá uno de los más difíciles de su vida. Muchos lectores podrán entender lo difícil que es ser Viejo y de bajos recursos en este país, especialmente en esta era. No obstante, Omí Sanyá fue una mujer muy orgullosa, demasiado como para admitirle a nadie que estaba atravesando una tempestad, por lo cual la comunidad la continuo viendo como siempre la vio: Muy bien vestida, peinada, y arreglada como una millonaria. Pero la realidad era otra, una realidad muy amarga la cual todos nos encontramos cuando llegó el momento de hacer las preparaciones para su funeral y entierro. No solo que no tenía un centavo a su nombre, sino tampoco tenía ningún tipo de arreglo previo para su descanso final.

El Concilio rápidamente dio el frente y se puso en movimiento para lograr esta triste meta. Habían sobrado algunos fondos de las recaudaciones del wemilere de Ogún y del agbán los cuales estábamos en el proceso de donar como habíamos prometidos hacer. Pero tal parece que Eshú estaba jugando con nosotros. Cuando intentamos hacer la donación inicialmente, la cual decidimos hacer a una de las organizaciones de New York para las victimas del 11 de septiembre, estas organizaciones habían dejado de aceptar donaciones. La Cruz Roja se hallaba en la misma condición. Finalmente, decidimos donar los fondos a una organización local para ayudar a las personas afligidas por el virus del SIDA y nos hallábamos en los pasos finales de esta transacción cuando Omí Sanyá sufrió el derrame cerebral. ¿Que causa más merecedora de este dinero que una causa como esta, la de dar sepultura final a una de las nuestras, a una institución Lukumí? Y así decidimos hacer. La Iglesia Lukumí y la familia Pichardo donaron el terreno en el cementerio y el Concilio, con la ayuda de otros hermanos y hermanas de nuestra fe, cubrió el gasto del velorio.

Yo personalmente he quedado endeudado a un grupo de Olorishas quienes dieron el frente durante este proceso. Como una de esas ironias que tiene la vida, yo no pude estar presente para despedirme de mi amiga en su momento final. Desafortunadamente, en el trabajo que desempeño dentro de la religión no hay forma de reportarse enfermo y faltar. Yo me hallaba primero en New York, y luego en Puerto Rico dirigiendo las honras de la difunta Librada Quiles, Oshún Widé. Pero aunque mi presencia hubiera sido deseable, no fue indispensable pues hubieron otros aburos responsables quienes dijeron “presente,” y cumplieron con su deber con Omí Sanyá. Deseo expresar mi más sincera gratitud a Fernando Pichardo por su ayuda importantísima con los preparativos y las transacciones con las funerarias. Mi Om’orisha Jeff González, Olubanké, y Otto Tianga, Tinibú, dieron los pasos iniciales en preparación para el etutú. Previamente Olubanké había traído los orishas de Omí Sanyá para su casa ya que en los días que la difunta sufrió el derrame, se hallaba en planes de mudadas y todas sus pertenencias, incluyendo sus orishas, se hallaban cerrados en la casa vieja. Osikán nuevamente ofreció su casa para que se hiciera el etutú.

Manolo Mederos, Eshú Onaré, quien vino a conocer a Omí Sanyá en el funeral ya que nunca se conocieron en vida, hizo el etutú con la ayuda de Carlos Bresó Jr., Edubí. A ambos le expreso mi mas sincero agradecimiento—al igual que lo expresa la familia de Omí Sanyá. El nivel de profesionalismo exhibido por estos hermanos y su devoción religiosa ayudaron a que este proceso final de la difunta fuese menos arduo durante un periodo que en si fue bastante turbulento. Luego de un largo día de trabajo, una Sábado en la noche estos señores continuaron laborando para cumplir con sus deberes religiosos y su sentido de obligación humana a una hermana religiosa.

También se le agradece a Ezequiel Torres, Oshalashé, y sus hijos Aruan y Aride, quienes llevaron Añá al velorio e hicieron oro a una persona quien para ellos había sido tanto amiga como guía. Liz Balmaseda, reconocidísima columnista del periódico Miami Herald, escribió una bella elogía que inmortalizó a Omí Sanyá para la posteridad. Que Olorún siempre le conceda prosperidad y Adelanto para que ella pueda continuar escribiendo y siendo una de las glorias de Miami. Modupué ó Liz. Definitivamente, quedo establecido muy claramente que Omí Sanyá había tocado el alma de muchos de nosotros en muchas y varias maneras.

Finalmente, deseo alabar a la comunidad Lukumí de Puerto Rico. En el tercer día de las honras, antes de comenzar a llamar a Oshún, pedí a los Olorishas presentes que observaran un minuto de silencio en honor a nuestra hermana que se velaba en ese día en Miami. Esta comunidad creciente, pocos de los cuales habían tenido vinculo con Omí Sanyá, inmediatamente paró, bajaron sus cabezas, y observaron ese minuto de silencio en honor a la difunta. La belleza de este momento, el comportamiento de estos Olorishas y su buena fe en este minúsculo periodo de tiempo, es unos de los minutos de mi vida que recordaré eternamente.

Aunque sé que probablemente he omitido algunos nombres, ha sido mi más sincera intención reconocer la participación de todos y decirle modupué ó a todos aquellos que contribuyeron a todos nuestros esfuerzos durante estos cinco meses. De no haber sido por el apoyo, tanto moral como económico, y la presencia y labor de todas estas personas, ninguno de los logros que ha tenido nuestro Concilio en sus poco tiempo de establecido se hubieran podido realizar. En realidad, el Concilio no ha logrado nada: los logros han sido de la comunidad Lukumí de Miami.

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